¿Con qué rol te identificas?

Para alguien especial

Para alguien especial
Porque la belleza perece en la vida... pero perdura en el arte

Búscame en:

Amigos:

martes, 15 de mayo de 2007



Hace ya dos horas que estoy lista para salir de casa, sin embargo el tiempo parece divertirse con mi impaciencia y disfruta retrasando el momento de ir hacia ti….

Mis nervios son mas que evidentes y me impiden estarme quieta. Una continua excitación me acompaña desde nuestra ultima conversación, hace ya más de una semana, en la que de repente sin previo aviso me dijiste “Sábado 15 a las 20:30 en el hotel Habana. Pide la llave de la habitación 303 en recepción. Deberás ir vestida con zapato alto de tacón, falda y blusa de botones. 

Una vez allí se te darán más instrucciones”. Y con la misma cortaste la comunicación, sin darme siquiera tiempo a reaccionar, para mayor frustración mía.

Ha sido una semana difícil, de sentimientos encontrados, y emociones controvertidas. Voy o no voy… lo deseo , pero seré capaz de hacerlo? Donde empieza la realidad y donde termina la fantasía??

Hasta ahora siempre me había sentido segura detrás del monitor de mi ordenador. Sintiéndote cerca, pero a la vez lejos. Eso me daba cierto control sobre la situación, y ahora, dentro de una media hora, debería aprender a prescindir de el, y a dejarme guiar solo por ti, por tus deseos, por tu placer, por tu voluntad. Sería mi primer paso en un largo camino en el que tendría que ganarme el derecho a explorarlo y en el que existía un solo sentido de dirección.

Mentalmente me aseguro de que no se me haya olvidado nada, antes de salir a tu encuentro. Me he dado un largo y relajante baño, que no ha surtido efecto para nada. He depilado todo mi cuerpo imaginando tu cara de satisfacción al comprobarlo, aunque ni siquiera sé si hoy llegarás hasta ahí. Para la ocasión me compré una minifalda negra de tubo bastante más arriba de la rodilla. Apunto mentalmente “tener cuidado al inclinarse”. 

Una blusa blanca de raso, dibuja mis curvas y parece descansar sobre mis pechos, provocándolos con la suavidad de la tela y haciendo que mis pezones luzcan completamente erectos aún a través del sujetador. Los zapatos negros tan altos de tacón, hacen que mis piernas parezcan más largas que nunca y acentúan ese culito respingón que algún día… quien sabe si también será tuyo. El pelo recogido hacia atrás y un ligero maquillaje completan el atuendo. Dirijo una ultima mirada al espejo, antes de subirme al taxi que me espera ya en la puerta. La verdad que me encuentro muy sexy, como hacia tiempo no me encontraba. 

Levanto la cabeza y enderezo mi espalda en un vano intento de recuperar algo de la auto confianza que hasta la semana pasada me acompañaba, y cogiendo una bocanada de aire, le doy al taxista la dirección de un golpe, como si hubiera estado dentro de mi, esperando el momento preciso para ser expulsada.

El trayecto se me hizo eterno. A los dos minutos de salir de casa el corazón se me desboco por completo y me golpeaba con tremenda fuerza en el pecho, temía que el taxista pudiera llegar a oírlo. Además mi excitación iba en aumento y era plenamente consciente del calor que emanaba del interior de mis muslos y de la tibia humedad que empapaba mis bragas. Empezaba incluso a percibir mi propio olor, ese olor a gata en celo, tan profundo e inconfundible.

Llegamos al aparcamiento del hotel, y mientras pagaba y me despedía del taxista, tuve el tiempo suficiente para intentar recomponerme un poco. Si ya estabas por allí observándome, no quería que apreciaras ni un solo síntoma de duda o miedo en mi. Aunque se de sobra, que tu lees directamente en mi alma, y que no hay nada de mi que escape a tu control.

Erguida como un palo, me dirigí al recepcionista y con una risita nerviosa le pedí la llave de la 303. El sin hacer ningún comentario deposito la llave en el mostrador y un sobre cerrado con mi nombre escrito en el frontal.
Me dirigí lo mas rápido posible hacia el ascensor impaciente por leer el contenido. Para mi sorpresa, en el sobre, solo había un antifaz y una tarjeta que decía “póntelo y espera”.

Entre en la habitación despacio, agudizando el oído y buscando algún signo que delatase tu presencia, pero nada, todo estaba en silencio, ni un olor, ni una prenda a la vista que confirmase mi sospecha.

Cerré la puerta tras de mi, deje el bolso en la mesilla de noche y sentándome en la cama deslicé el antifaz por la cabeza hasta la altura de mis ojos. La oscuridad se hizo absoluta y poco a poco empecé a ser mas consciente de mis otros sentidos. Del ruido de la calle, la textura de las sabanas al contacto con la piel de mis piernas, del olor de la madera de los muebles… Ya llevaba un buen rato allí sentada, a oscuras y sola, aunque no sabia exactamente cuanto. Comenzaba a dejarme llevar por mis pensamientos y a relajarme evadiéndome lentamente de la situación en la que me encontraba, cuando de repente y sin aviso previo, susurraste mi nombre al lado de mi oreja y tu cálido aliento, me acaricio el cuello.

Mi cuerpo reaccionó con un exagerado respingo, que puso todos mis músculos nuevamente en tensión y mis nervios hasta ahora olvidados, regresaron con renovadas energías destruyendo todo el aplomo que había logrado reunir en los últimos minutos. ¿De dónde habías salido? ¿Tan distraída estaba como para no haberte escuchado al entrar? ¿O quizás estabas escondido en la habitación? No tuve mucho tiempo para encontrar la respuesta, ya que rápidamente me ordenaste ponerme de pie.

Me levante despacio, un poco avergonzada del temblor en mis piernas y temerosa de no ser suficientemente eficaz a partir de ese momento. 

Tomaste mis hombros y me dirigiste al centro de la habitación, o al menos eso creo. Nuevamente en un susurro y tomando una de mis manos entre las tuyas me dijiste ¿Estás lista para dar el primer paso?¿confías en mi, aisha?. Era el momento, mi momento, en el que por fin afirmaría en voz alta, aquello que tanto tiempo había intentado reprimir en mi interior. Aquello que tantas noches me había traído en vela y que hacia volar mi imaginación hasta parajes totalmente desconocidos por mi y a la vez, tan deseados.


Con toda la serenidad que pude aparentar respondí.- Sí Amo estoy aquí para cumplir tus deseos. Era increíble como algo que había sido tan difícil de admitir, fuese tan fácil de pronunciar.

Al oírme, soltaste mi mano, y dejé de sentir tu contacto, tu piel… tenia miedo de haberte disgustado y en silencio intentaba ubicarte… ¿Estabas a mi lado, a mi espalda, en otro lado de la habitación, te habías ido? 
Uno de tus dedos recorrió en centro de mi espalda desde los hombros hasta la cintura provocándome un escalofrío que me erizo toda la piel del cuerpo, y nuevamente deje de sentirte. Unos minutos muy largos después sentí tus brazos deslizarse bajo los míos trás de mi y comenzaste a juguetear con los botones de mi blusa, rozando levemente de vez en cuando mi pecho, como si esa no fuese tu intención. 

Era plenamente consciente en ese momento, de mi espalda apoyada en tu pecho, amplio y duro, de tus fuertes brazos rodeándome, impidiendo toda opción a escapar, de tu aliento en mi nuca acariciando mi pelo, y de tus manos juguetonas que poco a poco abrían mi blusa retándome a frenar su curso…

No te detuviste ahí, y a mi blusa le siguió la falda, que se escurrió a lo largo de mis piernas como temerosa de tu presencia. Tus manos comenzaron a explorar mi cuerpo, dibujando lentamente su silueta, como memorizando cada curva , midiendo cada palmo de mi, inspeccionando lo que ahora, por derecho legitimo era tuyo…

Un suave “click” libero mis pechos del sujetador, saltando éstos al encuentro de tus manos, las cuales no se demoraron ni un segundo en apresarlos y hacerse dueñas de ellos. Pequeños pellizcos atormentaban mis pezones, enviando oleadas de placer hacia mi coño, el cual si bien antes estaba empapado, en estos momentos ya no tenia contención. 

Mi cuerpo reaccionaba a su antojo ignorando mi voluntad de permanecer impasible, y los primeros gemidos se ahogaban en mi garganta pugnando por salir. Senti como tu manos se deslizaban por mis costados hasta la cintura, haciendo presa el elástico de mis bragas y como de un brusco tiron, estas dejaron de estar adheridas a mi piel. 

Estaba una habitación desconocida, con una venda en los ojos, y completamente desnuda en el centro para tu deleite. Podía sentir el ardor de mis mejillas, raramente pudorosa ante la situación y al mismo tiempo caliente e impaciente por dar el siguiente paso.
Seguiste con tu inspección y ésta vez mis ingles acapararon tu atención, rozabas insistentemente pero con lentitud cada pliegue, mientras mi interior suplicaba que tu mano se desviase mas al centro, a esa parte tan intima, que ansiaba tu contacto. Esa parte tan escondida y que era todo mi mundo de placer… 

Te deseaba y te necesitaba dentro de mi, sentir todo tu cuerpo poseyendo el mío, marcándolo con cada embestida llegando a lo mas profundo de mi ser…
Inconscientemente adelante las caderas, intentando conseguir mas de ti, y en ese momento te apartaste bruscamente. Mi desconcierto iba en aumento a la vez que tu te apresurabas en volver a vestirme. 

Tan grave habia sido mi falta? Me senti estupida, por no haber sabido guardar las formas, por no haber tenido mas control sobre mi cuerpo, por haber buscado mi placer, cuando solo contaba el tuyo…. Quise pedirte perdón y repetirte una y mil veces que no te rindieras conmigo, que me dieras otra oportunidad, que castigases mi debilidad, pero que no dejases de instruirme.

Tu como siempre, leiste mis pensamientos antes de ser pronunciados, y adelantandote a la jugada, sellaste con un dedo mis labios y te oi decirme… “shhhh! Gatita mala… ya hablaremos otro dia” y segundos después un golpe seco me hizo saber que habías abandonado la habitación.

Me quede alli de pie, desorientada por como habia terminado todo y por lo mal que se me habia dado complacerte ya desde la primera sesion. Ni siquiera me atrevia a quitarme la venda de los ojos y necesite de unos minutos para decidirme hacerlo.

Después de acostumbrarme poco a poco a ver de nuevo, comprobé que estaba completamente vestida, como si nada hubiera pasado, y todo hubiese sido fruto de mi fantasia. Eso coloco mas peso en mi corazón, que de por si, ya se encontraba dolorido.

Abandone la habitación tiempo después, y me dirigi rauda a mi casa, pues las primeras lagrimas empezaban a aflorar y no queria que nadie me viese asi…

Una vez en casa, corri a mi habitación y me tire de bruces en la cama dando rienda suelta a mi llanto, tan profundo y sentido como pocas veces en mi vida, hasta que exhausta, me quede dormida.

Fue al día siguiente al ir a ducharme y quitarme la ropa del dia anterior que vi tu regalo. No se que habia pasado con mi ropa interior, pero en su lugar otro conjunto precioso, de esmerado encaje negro.

Corri al espejo con la intencion de verlo al completo sobre mi piel. Para mi sorpresa no solo se adaptaba perfectamente a cada una de mis curvas, además para mi deleite, una frase de hilo dorado, coronaba las braguitas.

Para Sara, mi sumisa gatita...







0 comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu opinión